Las
noticias desde Inglaterra son magnificas, el rey Enrique III se ha prometido
con Leonor de Provenza para el 26 de Febrero de 1236. Todas las cortes del
momento quieren hacer presencia en uno de los acontecimientos más esperados del
año. El plan de la familia Brel es el siguiente. Todos irán a Paris a acompañar
al Rey en dicho viaje. Debido a la corta edad de María, Elisée y Jacques se
quedarán en Paris. Viajaran a Londres Luis IX, Margarita de Provenza (hermana
de la consorte), Blanca y Pierre. Robert de Lis se mantendrá en la ciudad
atendiendo todos los asuntos de estado que se vayan produciendo. Cuando Pierre
cuenta a su familia los pormenores del viaje, Isabel pregunta si puede
acompañarlos y ayudar a Elisée en Paris con los niños. Pierre acepta encantado,
seguro que alegrará dicha visita a Robert.
La
partida se realiza en los primeros días de Enero, hay que viajar a Paris y de
allí el resto de la comitiva a Londres. Pierre ha mandado emisarios al Palacio
del Louvre para que vayan adelantando preparativos, así como mensajes al Rey
Luis IX y a Robert de Lis. Este no cabía de alegría cuando fue informado que
Isabel acompañaba al sequito de la familia Brel. Blanca estaba entusiasmada y
esperaba que dicho viaje solo fuera el principio de una larga estancia en
Paris.
Pierre
informó a Louis de todo lo que iban a realizar. El Regidor hacía años que
siempre había estado acompañado en estas labores por Blanca y el Caballero de Molay.
Ahora le tocaba estar solo. Durante varias semanas Pierre le había estado dando
vueltas a esta soledad que Louis podía sentir. Por ello se le ocurrió una nueva
idea. Louis, Sinibaldo y Samuel formarían el Triangulo de Oro de Puy. Un comité
formado por las tres personas mas influyentes de la ciudad y que tomarían
partido por igual cuando el caso lo requiriera.
Todos
esperaban la llegada a Paris de la familia Brel. Estaban preparados para
continuar viaje a Londres, con un descanso breve para que Pierre recuperara
fuerzas. Tras intercambiar documentos con Luis Ix y Robert de Lis en el Salón
de Reuniones del Louvre todos juntos fueron a comer. Les esperaba una comida
magnifica, Blanca se había ocupado de ello. Presento a Isabel al Rey, igual que
Pierre saludo a la Reina Margarita. Esta estaba jugando con la pequeña María
mientras Jacques correteaba por el salón. Margarita deseaba darle rápidamente
un descendiente a Francia pero este no llegaba. Luis IX se acerco a Pierre y le
felicito por la idea de traer Isabel a Paris, él pensaba que Robert necesitaba
esposa y esta sería una buena ocasión para que se aceraran el uno al otro.
Robert
de Lis estaba encantadísimo, sabía que la boda en Londres llevaría un tiempo,
ya que no solo sería dicho acontecimiento sino que Pierre tenía previsto
entrevistarse con varios de los dignatarios allí presentes. Estaba también las
relaciones personales con Enrique y George, y todas las relaciones diplomáticas
que entre Francia e Inglaterra había que estudiar. Sus cálculos le daban para
unos tres meses la vuelta a Paris del Rey, más el tiempo que pudiera retenerlos
en la corte cerrando ciertos problemas de índole económico (había que
refinanciar los prestamos con el Temple, Genoveses, Venecianos y Pisanos) y
también social (algunos condados tenían problemas de sucesión, desplazamientos
de señores a la Península Ibérica, y algún matrimonio de conveniencia).
Esperaba que hasta el verano pudieran estar ocupados y luego tenia que ir a
Saint-Etienne a ver la entrega de material armamentístico de nueva generación
que Aramis estaba construyendo. Es decir otro tiempo junto en Puy.
A
Isabel también se la veía contenta, no quería levantar ningún tipo de escándalo
social. Hacía menos de dos años que Raimundo había fallecido, pero desde su
accidente en Puy todo había cambiado. Isabel gasto muchas energías en su
recuperación y cuando al final murió un vacio entro en su cuerpo. Seguía
queriéndole, pero a la edad 45 años todavía se consideraba una mujer joven. La
naturaleza la había dotado de una buena belleza, y el haber tenido solo un hijo
le hacía que su cuerpo no aparentará el paso de los años. Sabía que Robert era
6 años más joven que ella, pero eso no
la importaba. Tenía sus problemas, pero también sus desventajas y había que aprovecharlas.
Su viaje a Paris estaba pensado en adivinar si era amor lo que verdaderamente
sentía por él, o solo fue un brillo de luz en los días pasados de Puy. Elisée
la había animado, era su confesora y casi la obligo a viajar a Paris. “El
destino nunca está escrito querida amiga”
le había dicho, y por eso estaban allí las dos.
La
partida fue rápida, no había tiempo que perder. Las naves que les trasladarían
a Londres estaban preparadas. Todo se realizó como estaba pensado y a mediados
de febrero llegaron a Londres. El Rey Enrique III les había reservado alojamiento
en el Palacio de Westminster. Enrique lo había preparado todo con antelación,
sabía que tendrían que negociar muchos asuntos y por lo tanto cuanto más
cercanos mejor. También había preparado visitas a los Condados de Kent y
Seridane para que Pierre observara las posesiones que cada uno de ellos tenían
en Inglaterra. Una cacería del zorro haría las delicias de todos, y Leonor y
Elena podrían preguntar por todos. Sabía que el Rey Enrique III después de la
boda quería trasladarse al Ducado de Aquitania, hacía tiempo que no visitaba
sus territorios en Francia y esperaba que con dicha boda y los nuevos tratados
su recibimiento fuera mejor.
Como
Robert había pensado, la boda llevaría varios meses. Pierre también lo sabía y
por ello ya informo a Elisée de lo que tardarían. En Paris el tiempo pasaba más
deprisa que en Londres. Luchar con dos niños pequeños es la ventaja que ellos
tenían y la tranquilidad de saber que en un tiempo no sucedería nada en Europa
debido al enlace Real. Robert se levantaba muy temprano para poder resolver
todos los asuntos de estado que pudiera con sus asesores, para poder estar
libre a media mañana. Luis IX había
empezado obras en unos jardines a las afueras de Paris que quería convertir en
su nuevo Palacio. El nombre de Versalles era el elegido y Robert tenía que
visitar de vez en cuando las obras que se estaban realizando. La escusa era
idónea para que le acompañaran las mujeres y los niños. Una comida en el campo
era lo mejor que podía pasar una vez en semana, que alegraba a todos por el
contacto con la naturaleza.
A
Isabel se la veía contentísima, sabía que estaba en el foco de la nobleza de
Paris e intentaba mantenerse siempre de forma discreta. En alguno de los bailes
que se habían organizado por parte de algunos nobles se había mantenido en un
segundo plano, al lado de Elisée y sin levantar ningún tipo de cotilleo.
Observaba como Robert bailaba con algunas de las damas más elegantes de Paris,
mientras que ella lo hacía con nobles ya casados y en una edad ya avanzada. Las
risas con Elisée eran de complicidad, ya que muchas damas pedían consejo a la
mujer de Pierre sobre como enamorar al apuesto Robert.
Pero
después de varios acontecimientos musicales Robert de Lis eligió a Isabel para
abrir el baile y se desató el murmullo generalizado. La comidilla y el susurro
corrieron como la espuma por las paredes del salón. ¿Quién era esa dama que
baila con Robert? La viuda del Conde de Tolouse fue la respuesta. Elisée se
sentía orgullosa de su amiga, estaba radiante, bella y esplendida, acaparaba
todas las miradas del baile y ella lo notaba. Pero no fue solo el primero, sino
que continuaron bailando cuando comenzó la segunda pieza. El cotilleo fue
entonces ya generalizado, pero Elisée aborto dichos comentarios. Intercambio su
pareja con Robert y así apaciguo un poco el incendio producido.
Por
la noche todos rieron en las dependencias del Louvre por lo que había sucedido.
Robert quería que Elisée escuchara una cosa que quería decirlas a las dos.
“Estas semanas son de lo mejor que me ha pasado en mi vida, habéis hecho que me
sintiera como de vuestra familia, yo que he sido una persona solitaria desde
joven, por eso querría deciros lo siguiente”, bebió agua y continuó “Isabel
estoy enamorado de vos” Isabel enrojeció al momento pero antes de poder decir
algo Robert siguió “se de nuestras posiciones y nuestros deberes, pero el amor
ha invadido mi persona. Se de vuestra viudez y de nuestra diferencia de edad, pero
Cupido me ha tocado y no puedo despejarme de mi cabeza ni tu persona ni tu
nombre”
Isabel se levanto y beso en la mejilla a Robert, que enrojeció al
momento. Agarro de la mano a Elisée y se sentó junto a ella diciendo “Robert
eres una persona encantadora, vine a Paris a saber qué es lo que yo sentía
hacía tu persona, si era simple complicidad o como ahora se, estoy también
enamorada de ti. No somos personas libres de nuestras responsabilidades, pero
sí que me gustaría poder compartir más tiempo contigo” las lagrimas brotaron de
las mejillas de Elisée que agarraba con fuerza a Isabel. Prosiguió “creo que
tenemos ser inteligentes con la situación que tenemos, y poder llevarla con la
mayor de las discreciones. Me gustaría poder expresar a todos el amor que siento
por ti, pero tendremos que disfrutarlo en pequeños y privados momentos. Espero
que nuestros buenos amigos de la familia Brel hagan de cómplices en esta
extraña relación”
Elisée
se levanto y beso con fuerza a Isabel, llorando como una madalena. A continuación beso a Robert con energía y les
dijo “contar con Pierre y conmigo para lo que necesitéis, seremos una tumba y
todo lo que decidáis seremos cómplices de ello. Me alegro por los dos, sois
unas personas encantadoras”. Se fundieron en un abrazo y como buena anfitriona
dejo a los dos enamorados que se dijeran todo aquello que llevaban dentro.
Elisée
informó a Pierre enviándole un documento a través de un mensajero, el cual
llevaba correspondencia de Robert de Lis. Cuando esto sucedió ya había tenido
lugar el enlace entre Leonor de Provenza y Enrique III.
El
enlace fue espectacular. La Abadía de Westminster reunía a las mejores familias
de cada uno de los Reinos. Habían llegado delegaciones de las Casas Reales de
Portugal, Castilla, Aragón, Francia, Escocia, Sacro Imperio, Hungria, Bohemia
Noruega y el Vaticano. Los Barones Ingleses arroparon a su Rey en dicho enlace,
parecía como si nunca hubiera pasado nada entre ellos. El enlace terminó con un
castillo de fuegos artificiales que invadió el cielo de Londres. El banquete
parecía que no tenía fin, todo se había dispuesto para que los invitaros fueran
agasajados durante todo el tiempo. Quería trasladarse el poder que en ese
momento tenía la Corona Inglesa y que mejor forma que demostrarle entre los
dignatarios de todos los Reinos.
El
baile duro hasta altas horas de la noche, había varios salones donde la música
invadía las cuatro paredes. No falto de nada para que el espectáculo fuera
completo. Cuando Enrique y Leonor se retiraron a sus aposentos subiendo por las
escaleras del Palacio, los asistentes brindaron con entusiasmo por los nuevos
Reyes. Vítores, aplausos y demás algarabías acompañaron a los Reyes hasta sus
aposentos.
Tras
unos días de fiestas por la celebración de dicho enlace, Londres volvió a su
rutina habitual. El Rey Enrique III se reunió con varias de las delegaciones
antes de su marcha a La Rochelle. La más productiva la reunión con Luis IX. Los
territorios en Francia así como la Paz de Evreux eran puntos importantes.
Enrique III necesitaba no tener enfrentamiento con los franceses dadas las
dificultades políticas internas que tenía con Galeses, Escoceses e Irlandeses.
Por otro lado Francia necesitaba poder añadir algún territorio para confirmar
su Reino en Europa. Enrique, George y Pierre presentaron diversas propuestas a
los dos Reyes, con matrimonios de conveniencia que pudieran resolver el tema
territorial.
Una
vez acabada la reunión oficial Enrique ofreció un almuerzo más informal a Luis
IX. Los dos reyes eran ahora cuñados debido a sus matrimonios con las hermanas
Leonor y Margarita. Aprovecharon para tratar temas más triviales y mundanos,
cotilleos y habladurías de media Europa. Enrique III se interesó por Blanca, la
Reina Madre. Sin querer volvieron a temas políticos, como las relaciones con el
Vaticano, los Reinos de la Península Ibérica, pero sobretodo Federico II. Luis
IX comentó que estaban continuamente enfrentados en la zona norte de Francia, y
que del Vaticano llegaban noticias de tener que marchar a Jerusalén por los problemas
que estaba habiendo. El príncipe Conrado no era capaz de poner orden en un
territorio demasiado convulso.
Preguntaron
por su viaje a La Rochele y su posible visita a Paris. El final de verano sería
una buena época y así poder ver las obras que estaba realizando en su nuevo
Palacio de Versalles. Enrique no se podía permitir algo como eso, ya que las
continuas escaramuzas con escoceses y galeses tenían paralizado los
presupuestos. Los Barones estaban bastante descontentos con su política interna,
y contaba con su apoyo gracias en parte a la austeridad del Reino. Tenía
dificultad en aumentar los impuestos, ya que no contaba con el apoyo de estos.
El Rey Ingles estaba disgustado de no poder ir a la cacería preparada por los
Enrique y George.
Al
cabo de unos días Luis IX, Margarita, Blanca y Pierre se trasladaron al Palacio
de Kent. Allí les esperaba unos días magníficos. Pierre y Blanca hacían de
pareja de estado, la similitud de edades les confería parecer una pareja real
ante los ojos de los demás. De esa forma Blanca pudo disfrutar de unos días en
buena compañía. Nadie quería que pasaran los días, entre cacerías, banquetes,
bailes, conciertos, reuniones, el tiempo se detenía. Entre aquellos momentos de
descanso Pierre leía los informes que le mandaban desde Paris. Le alegro la
carta recibida por Elisée donde le informaba de la relación que había surgido
entre Robert de Lis e Isabel. Nada más conocerlo reunió a los Reyes y a Blanca.
Cuando comunico la noticia la alegría resonó entre las paredes del salón de té.
El Rey Luis IX abrazó con fuerza a Pierre diciendo “torres más grandes habían
caído querido amigo”. La felicidad era máxima entre los asistentes.
El
tiempo fue pasando y la marcha a Paris estaba a la vuelta de la esquina. La
tristeza de todos era visible, pero también querían quedarse con la alegría de
los días vividos. Los besos y abrazos se intercambiaron entre los presentes,
también alguna lagrimita. Los mensajes mantendría la amistad entre ellos,
esperando nuevos acontecimientos que les volviera a juntar. Y sin querer se
vieron en la costa de Francia.
El
camino hacia Paris fue rápido, no querían retrasar su llegada. Habían marchado
a mitad de Enero y se encontraban a principio de Mayo. Intentaron mantener en
secreto cuando llegaban para poder sorprender a los que se habían quedado. La
cosa era difícil, pues un ejército como el que se movía alrededor de Luis IX
era bastante grande y por lo tanto difícil de mantener en secreto.
Cuando
llegaron a Paris les sorprendió un tiempo esplendido. El reencuentro fue
increíble, los besos y abrazos se repartían por doquier. Nada mejor que una
buena comida para poder hablar y comentar lo sucedido en el viaje. Pierre no
dejaba de jugar con María la cual había crecido más de lo que él esperaba.
Todos miraban de reojo a la pareja Robert e Isabel. Sentados juntos mantenían
una posición un poco incomoda. Luis IX mando traer un vino especial a los
sirvientes y les indicó que se marcharan del salón. Los presentes vieron como
Luis IX se levanto y fue sirviendo vino a cada uno. Primero a Margarita,
seguido de Blanca, a su lado Robert de Lis e Isabel, a continuación Elisée
cerrando el círculo Pierre, que se encontraba al lado del Rey. María y Jacques
jugaban por las alfombras tranquilamente con la institutriz.
Cuando
hubo llenados las copas, Luis IX propuso un brindis acercándose a la pareja “La
familia es lo más importante en esta vida y aquí se encuentra la mía” comenzó
diciendo “por eso quiero felicitar a Robert e Isabel por la relación que ahora
van a comenzar. Que cuenten con toda la gracia de Dios y el apoyo de todos los
presentes. Por Francia”. Todos bebieron de las copas y el Rey fue el primero en
felicitar a Isabel dándola un par de besos en las mejillas. La alegría volvió
al salón, y con un par de palmadas un par de músicos amenizo el final de la
comida. La pareja agradeció a Luis IX y Pierre su apoyo y discreción.
Durante
los meses que había durado la visita a Londres, Robert había planeado una
pequeña inauguración sobre las obras que habían comenzado en el Palacio de
Versalles. Un castillo de fuegos artificiales con un pequeño banquete,
amenizado con un baile sería ideal para dicho acontecimiento. Se mando un
emisario para contactar con el Rey Enrique III que seguía en el Ducado de
Aquitania. Esperaba que pudieran pasarse por Paris, pero algunas escaramuzas
escocesas recomendaban su regreso a Londres. Por eso a mediados de Junio se
realizo en los jardines dicho evento.
Como
se había planeado la vuelta a Puy se retraso y mucho. El estado de tranquilidad
reinante en esa época quería ser aprovechada por Pierre para tomar un impulso
en el aumento territorial de Francia. Sabía que eso no podía ser de la noche a
la mañana, pero un buen plan conlleva una espera en el tiempo. La mejor de las
ideas la repoblación de la Península Ibérica. Después de la última Cruzada
muchos señores se habían quedado en la ruina. Sería buena idea que estos
caballeros franceses ayudaran a la estabilidad de Portugal, Aragón y Castilla y
León. Se dan por acabados los reinos de Taifas en la Península
Ibérica, a excepción de Granada (nota autor: duraría
hasta el 1492)
Pierre
escribió a Louis a Puy. Le informó de que seguirían una temporada más en Paris.
Robert tenía que ir a Saint-Etienne a visionar la entrega de material
armamentístico, pero Aramis había informado que hasta mediados de otoño sería
imposible dicha entrega. Por eso hasta dicha fecha se quedaría resolviendo
diversos asuntos. Por eso mantendría correspondencia con él sobre los asuntos
que se fueran produciendo en el Condado.
El
verano pasó rápidamente en Paris, las fiestas de Puy estaban a punto de caer y
la entrega de Aramis también. Por eso la familia Brel acompañados de Isabel y
Robert marcharon hacía allí. Era un viaje rápido, pues Pierre pensaba regresar
un tiempo largo a Paris y tenía que dejar ciertos temas cerrados en el Condado.
La administración es uno de los puntos calientes. Las muertes de Blanca y del
Caballero de Molay dejaban sin una cabeza representativa.
Los
días en Puy como siempre fueron felices. En algún momento la melancolía invadió
a los presentes, debido a todos los seres queridos perdidos en los últimos
años. Por eso Pierre no quería permanecer mucho tiempo en el castillo, y si
estar en Paris una larga temporada. Las nuevas ilusiones, el crecimiento de los
hijos y nuevos objetivos que cumplir era su idea. Por eso Pierre se reunió con
Samuel, Sinibaldo y Louis solo llegar a Puy.
La
idea era clara, por encima del Consejo de la Ciudad estaría el Triángulo de Oro
formado por ellos tres. El representante del Condado sería el Regidor Louis.
Para ello se alojaría en el Castillo, y presidiría los actos protocolarios que
de él se necesitaran. Se buscarían varias personas que ayudaran a cada uno de
ellos en sus funciones, tanto en el hospital, como la universidad como en el
consejo. Louis propuso una mejora de la administración de estos órganos, que
facilitara el trabajo de ellos. Pierre estaba de acuerdo en ello.
En
cuanto terminaron las fiestas y Robert regreso de Saint-Etienne , aprovecho
para de forma privada sellar su unión con Isabel de Tolouse. Fue un enlace
discreto donde solo la familia estuvo presente. Los Condes de Tolouse estaban
encantados de que su madre recuperará la sonrisa y volviera a ser la mujer tan
estupenda que era. Pierre organizó un banquete acorde a lo que se estaba
viviendo, y Robert recibió felicitaciones de la familia Real, los cuales
estaban al tanto de todo lo que estaba sucediendo. De esta forma volvieron a Paris, cargados de ilusiones y
objetivos. En Puy fueron despedidos entre lagrimas en Paris recibidos con besos
y abrazos, era el destino de la Familia Brel.
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